La densidad del cerebro es impresionante. Cuenta con casi 100.000 millones de neuronas y trillones de conexiones entre ellas. En su interior se mueven biomoléculas químicas que permiten a las neuronas trabajar juntas, comunicarse y generar pensamientos. El cerebro, el gran director de orquesta del organismo decide y organiza la misión de estas moléculas que también se cuentan por cientos de miles de millones en el torrente sanguíneo. Dentro del cerebro, el hipotálamo, se encarga de coordinar y comunicar el mundo de las neuronas y el mundo de las hormonas que navegan por nuestra sangre.

Las hormonas tienen mala fama y sin embargo son sustancias tan valiosas que no podemos vivir sin ellas.
Las hormonas afectan a hombres y mujeres desde antes del nacimiento y han servido a lo largo de la historia para explicar casi todos los comportamientos humanos. No es para menos: la sexualidad, los sentimientos, el estado de ánimo, las emociones, la alegría, la tristeza, la angustia, la vitalidad, el decaimiento, la belleza, el deseo, la decrepitud, la agresividad y por encima de todo la reproducción, son reacciones y pautas que ordena el cerebro de forma consciente e inconsciente y que se procesan y se liberan a través de esas moléculas mensajeras.

Las hormonas al igual que los neurotransmisores y los neuro-péptidos, utilizan para sus fines un lenguaje propio, directo y específico en cada parte del cuerpo a la que se dirigen, afectándola o induciendo una respuesta determinada. La gran actividad bioquímica de las células nerviosas en ese órgano rector que es el cerebro, codifica así nuestra forma de ser, de estar, de pensar, de relacionarnos y determina nuestro grado de salud.
La herencia genética indica la predisposición a padecer enfermedades y explica los rasgos de carácter de una persona. Un desequilibrio hormonal puede potenciar algunos de esos aspectos hereditarios produciendo disfunciones en el organismo y cambios temperamentales por la conexión que existe entre el sistema endocrino, el sistema nervioso, el inmunológico o de defensa y el neuro-entérico.

Hemos de aprender a convivir y a gestionar nuestras reacciones y cambios hormonales, tenemos que darle valor a lo que nos pasa, escuchar a nuestro cuerpo. Disponemos de herramientas médicas para modular ese malestar que a veces nos produce el exceso o defecto de hormonas, y psicológicas para controlar los instintos emocionales que nos perjudican a nosotros o a quienes nos rodean.
Las hormonas son las sospechosas habituales pero no lo justifican todo. Y a las hormonas hemos de estarles muy agradecidos porque no hay nada que se pueda comparar a la sensación de felicidad que muchas de ellas nos proporcionan a lo largo de nuestra existencia.

En la vida todo está interconectado, el ser humano depende del medio exterior para su supervivencia y de su estilo de vida y entorno para mantener una salud óptima.
Un cerebro al que no le están llegando los nutrientes que necesita no produce la cantidad de sustancias enzimas, hormonas, neurotransmisores que aumentarían su estado de bienestar.
Un entorno cargado de los llamados “productos químicos disruptores endocrinos” ( EDC) compuestos utilizados en productos de consumo, productos electrónicos y agricultura, pueden interferir o bloquear el funcionamiento de las hormonas de nuestro cuerpo.
Apostemos siempre por la salud, apostemos por el planeta tierra.

 

Fuente: Endocrine Society

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Dra. Rosa Moltó